“¿Y cómo está mi gente?”: música popular para hacer comunidad LGBT+


“La ciencia, la historia y la etnología no son las únicas que producen saber. La experiencia vivida también lo genera, aunque no sea de la misma naturaleza. Para entender un acontecimiento como la guerra de Argelia necesita ambas cosas: los datos objetivos y los sentimientos subjetivos, la solidez de la historia y la sensibilidad de la memoria, la razón y la pasión, «una conjugación, la de la gran luz de la investigación histórica, que ilumina por todas partes los relieves y los colores, con el oscuro rayo de la experiencia, que atraviesa el grosor de la materia»”.
                                                                                                                      Tzvetan Todorov


Presentación
La observación de la formación de los lazos sociales en la comunidad LGBT+[1] se torna factible desde una posición que involucre al observador dentro de la experiencia, sin excepción de tiempos ni espacios, participando activamente en el uso del diálogo empático y el trato horizontal; promoviendo los encuentros a fin de crear puentes de comunicación para tratar de comprender una realidad que bulle intensa en un espacio aún conservador como Lima; que padece el desgarro cotidiano de denuncias relacionadas a casos de violencia. En ese sentido, con nuestra propuesta pretendemos incentivar la reflexión sobre algunas de las limitaciones sociales que padecen nuestra endeble democracia, las mismas que atañen a nuestras dificultades por establecer relaciones sociales positivas en aras del fomento del respeto por la diversidad; propósito que estimamos viable en tanto se opte por la práctica del diálogo abierto a fin de generar mayores y mejores contactos, los mismos que permitirán disolver miedos, desmontar prejuicios y flexionar dogmas.

Lectura cultural    
En ese sentido, Clifford Geertz[2] sostenía a propósito de la labor antropológica y de su aporte a las disciplinas humanistas, que esta consistía en ampliar el universo del discurso humano, a merced de poder conversar con ellos [los observados]; interpretando «creativamente» y captando su carácter «normal sin reducir su particularidad»; dejando al margen el peligro de caer en la folclorización o reducción de aquellas experiencias como piezas exóticas con las que jugar o coleccionar. Desde esta perspectiva, el observador logra definirse como tal mientras distingue descripciones no obstante su participación en la experiencia investigada.

Sin embargo, hallar referencias en cuanto al estudio de la dimensión simbólica de las relaciones sociales en la ciudad a partir del consumo de la música popular por parte de la Comunidad, es inhóspita, a excepción de las propuestas de Víctor Vich[3] con quien fue posible identificar un punto de partida sobre el análisis cultural del cancionero criollo peruano. Dentro de ese contexto, fue necesario establecer un diálogo entre las herramientas conceptuales provistas por las canteras ontológicas de la antropología y de la sociología, a fin de tornar viable nuestra propuesta y a partir de ello, generar una referencia teórica proclive a todas las discusiones necesarias.

En ese sentido, la relación entre cultura, entendida como la dimensión simbólica de la vida y, la formación de los lazos sociales de la Comunidad permite comprender la naturaleza de los vínculos socio-afectivos que establecen entre sus pares. Para observar este proceso empleamos una perspectiva que discurre dialogante entre el concepto de cultura desarrollado por Geertz para quien: “Denota un esquema históricamente transmitido de significaciones representadas en símbolos, un sistema de concepciones heredadas y expresadas en formas simbólicas por medios con los cuales los hombres comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y actitudes frente a la vida” (1988:88). Cobrando sentido las percepciones, actitudes y decisiones de los individuos y/o comunidades en su interacción con el abanico de significados que proporciona, para nuestro caso, la música popular; cuyas formas simbólicas han logrado ganar cuotas importantes de libertad constriñendo la lógica vertical (jerarquizada) subyacente en los regímenes de autoridad tradicionalmente impuestos desde el Estado y la Iglesia[4] o, planteando sendas críticas a los proyectos nacionales instaurados en nuestro país, denunciado las formas de desigualdad (exclusión) preñadas durante el siglo XX[5].

Sin embargo, para comprender esta relación activa entre música popular y Comunidad, es necesario entrever la capacidad creadora que subyace al consumo cultural. De acuerdo a Rogger Chartier (1998): “Restituir esta historicidad exige en primer lugar que el “consumo” cultural o intelectual, sea considerado como una producción que no fabrica ningún objeto concreto pero que constituye representaciones que nunca son idénticas a aquellas que el productor, el autor o el artista ha empleado en su obra… Anular la ruptura entre producir y consumir es afirmar que la obra, no adquiere sentido más que a través de las estrategias de interpretación que construyen sus deficientes significados” (P.37). En este sentido, la idea de representación aquí planteada captura la cualidad autopoiética[6] inherente al ser humano, sobre el que subyace la siempre potencial (sugiere una inestable o «deficiente») relación entre significante y significado y en él, la alusión a un proceso infinito de construcción de signos, en tanto libre circulación de información; el mismo que cobra sentido en virtud de determinada «estrategia de interpretación». De este modo, se desmonta la ficción[7] –o efecto ideológico– que sitúa en un extremo la capacidad de construir signos y por el otro, el solo hecho de consumirlo, y con él a toda pretensión epistemológica insistente en construir fórmulas dicotómicas ya largamente superadas como tal es el caso del versus cultura culta/cultura popular, por señalar como ejemplo.

La experiencia creativa no conoce inicio o término; precisamente, porque lo que existe en su lugar es una conexión cíclica entre una experiencia creativa y otra. Así, distinguir el exacto momento en el que se pasa de la producción de objetos a la producción de representaciones –asumiendo que estas involucran la autocreación (autopoiesis) de las historias personales de los participantes– en la experiencia creativa del consumo, no es tan relevante como identificar que en dicho proceso se inscribe el sentido de la formación de los lazos sociales; propiamente, la elaboración del tejido (red) de significados que constituye la urdimbre de la vida social.

De este modo, el(los) significado(s) de un documento textual, auditivo o visual deviene ilimitado cuando es aprehendido por el universo cultural de la Comunidad a través de las estrategias de interpretación que involucran acciones eminentemente públicas tales como el baile, el canto y la actuación[8], quienes conducen a la interacción horizontal entre sus integrantes. En este proceso, la posibilidad de relativizar el significado de una canción al sentido propuesto por su autor puede conocer una multiplicidad de versiones como tantos individuos decidan acceder a la experiencia sobre todo, cuando protagonizan la formación de un nuevo lazo socio-afectivo[9].

El universo cultural como construcción, aprehensión y uso de los diversos elementos significativos que dotan de sentido la posición del individuo o comunidad en el tejido social, como tales: “nuestras ideas, nuestros valores, nuestros actos y hasta nuestras emociones [porque] son, lo mismo que nuestro propio sistema nervioso, productos culturales, productos elaborados partiendo ciertamente de nuestras tendencias, facultades y disposiciones con [las] que nacimos, pero ello no obstante productos elaborados” (Geertz, 1988:56), nos permiten definir, más allá de los elementos legados por herencia genética, las posibilidades de autocreación (autopoiesis) de la que disponen los individuos para (re)elaborar su historia personal, en tanto se genere el encuentro de sus «emociones», «ideas», «valores» y «actos» frente a otro universo cultural. Así, este proceso de mutua vinculación puede evolucionar desde una primigenia e incipiente conexión (emocional) hasta lograr una relación con capacidad de sostenerse en el tiempo, la misma que involucra compartir ideas y valores que, a la postre se traducirán en la toma de determinadas decisiones y acciones que deriven en la convivencia social.

Creando lazos; creando identidades
Dentro de ese contexto, las identidades se tornan «heterogéneas e inestables» producto de la mutua afectación con lo diferente[10]; no solo en relación a los individuos con quienes surge el contacto, tanto como en la inscripción de sus cuerpos en determinados espacios de entretenimiento que se constituyen en escenarios idóneos para el ensayo de los siguientes atributos de sus identidades. En ese sentido, el espacio compartido aporta una serie de elementos indispensables que tienen que ver, además con el tipo de estructura, con los símbolos que propone a partir del tipo de música[11], colores y performances que en francas puestas en escena apuntan a facilitar el contacto entre los concurrentes cuando no a estrechar vínculos de toda índole.

Así, en el repertorio de sus sombras, los individuos paradójicamente se muestran, en tanto que los sonidos y las letras de las canciones – preferentemente en el reguetón o electro de moda–, matizan las pistas de bailes con mensajes que convocan al encuentro; desmontando las circunstancias sociales que por lo general suscriben las identidades en razón del lugar de nacimiento, del color de piel, las filiaciones políticas y religiosas para ceder el paso al juego de máscaras de un nuevo acto[12], con el que los individuos ensayan la elección de una forma de ser acorde a su forma de sentir y pensar, que es distinto a lo que se “debe” de…, cotidianamente al amanecer.

La condición de posibilidad de este proceso de desestabilización de identidades que permite la evolución de los contactos hacia la formación de relaciones socio-afectivas, pasa por el empleo de determinadas estrategias de interpretación –en el amplio sentido dramático del término–, los mismos que exigen en el individuo disponer de diversas habilidades y actitudes que en definitiva involucran la disposición por comunicarse con apertura. Cada estrategia de interpretación puesta en práctica, hace posible que el individuo produzca una representación sobre sí a merced de «desplazar, inventar y distorsionar»[13] el sentido “original” de la pieza musical elegida.

En ese sentido, cabe la posibilidad que la representación producida conecte con el universo cultural de otro individuo, generando un lazo primigenio que logrará estabilidad en la medida que: 1. Los participantes ratifiquen pertenecer a un mismo universo cultural en función de la comprensión de sus actos y emociones; 2. La decodificación de los elementos del punto anterior se realice en el mismo sentido y 3. La sostenibilidad en el tiempo dependa de, además de los elementos señalados con anterioridad, que la comunicación se torne efectiva en tanto se involucren los mismos ideales y valores[14].

Propuesta
El proceso de formación de los lazos sociales aquí descrito permite la comprensión no solo de las posibilidades y limitaciones de una comunidad determinada; de hecho, sostenemos que éste puede responder a las diversas formas de vinculación de las diversas comunidades establecidas en el mismo espacio social, atendiendo las particularidades producidas en razón del atributo preponderante que sea factible estudiar, además de la orientación sexual esto, en relación al escenario elegido por los participantes: la iglesia, la universidad, partidos políticos, por ejemplo.

Sostenemos, sin embargo, que la práctica del diálogo abierto y horizontal, no solo funge como herramienta de estudio, la misma que consideramos indispensable para irrumpir no solo en términos de observación, sino, además, se convierte en el mecanismo correlativo con el que la vida social se (auto)produce. Dicho esto, toda forma de exclusión, en términos de jerarquización que suponga algún tipo de relación verticalizada, deviene inconsistente y contradictoria con respecto a la operación creativa de la vida en comunidad; la misma que solo puede derivar en severas tensiones y/o conflictos que impidan el desarrollo pleno de individuos y comunidades acordes a la promesa de un país para tod@s.

Para efectos de nuestro propósito, en cuanto la elección de la Comunidad LGBT+, las posibilidades de vinculación se circunscriben al consumo cultural como vehículo que permite constreñir las convenciones sociales que restringen la satisfacción de sus demandas socio-afectivas. Por otro lado, las limitaciones observadas tienen que ver con la necesidad de generar relaciones estables, las mismas que demandan la apertura respetuosa de los entornos familiares y laborales en principio, además de la constante formación de sus integrantes en el respeto de las libertades individuales, asumiendo de antemano el compromiso de los integrantes de la Comunidad por la práctica del respeto irrestricto y responsable entre sus pares en términos de salud emocional a fin de fortalecer proyectos de vida que redunden en el reconocimiento político de las necesidades cívicas y legales de la Comunidad.



[1] En adelante la Comunidad.

[2] GEERTZ, Clifford (1988). La interpretación de las culturas. GEDISA: Barcelona.

[3] VICH, Víctor (2003). “Borrachos de amor”: las luchas por la ciudadanía en el cancionero popular peruano. Lima: JCAS Occasional Paper no. 15, Pp.2-22; VICH, V. (2001). Sobre cultura, heterogeneidad, diferencia. En:  Edits.: S. López Maguiña, G. Portocarrero, & V. Vich, Estudios Culturales. Discursos, poderes y pulsiones. (págs. 27-41). Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales.

[4] “En América Latina, el campo que logró mayor autonomía respecto del ordenamiento tutelar fue el de la creación artística, tanto en la versión culta como en la “pop”; un lugar en el que, además, desde muy temprano las fronteras de género quedaron diluidas. Las vanguardias artísticas, en especial en la plástica, la música popular y la literatura en la segunda mitad del siglo xx, llegaron no solo a distanciarse de ciertos aspectos del orden tutelar, sino también lograron crear formas de sentir más individualizadas. Las letras de los boleros y los radioteatros permitieron una inicial reivindicación de la intimidad al dotar de realidad todo ese mundo de actos y emociones sistemáticamente desconocidos por la domesticidad ampliada. La pintura, el canto y la actuación fueron las primeras actividades públicas en las que hubo un espacio protagónico para las mujeres. Precisamente fue el terreno de la expresión de las emociones en un formato no  jerarquizado, muy diferente al de los desfiles militares o las procesiones religiosas, donde fueron superadas las diversas barreras a la participación de las mujeres.” NUGENT, Guillermo (2010): El orden tutelar. Sobre las formas de autoridad en América Latina, Lima: DESCO – CLACSO, P. 120.

[5] El cancionero popular peruano narra (musicaliza) el desencuentro entre plebeyos, obreros, cholos, afroperuanos, vírgenes morenas, prostitutas y la élite patriarcal, blanca, católica y decente; promoviendo la gesta simbólica de luchar por una ciudadanía históricamente negada. Según Víctor Vich (2003): “Sostengo que en estas canciones es posible visualizar la crisis de los principales proyectos nacionales articulados durante el Perú del siglo XX: el de la “república aristocrática,” el del estado “nacional popular” y el del actual, del neoliberalismo económico y la globalización capitalista. Como hemos visto, para bien o para mal, el siglo XX peruano terminó representando a un sujeto desterritorializado y a un orden mundial al que se le figura como el único horizonte posible.” (P.18). Las canciones aludidas por el autor son: El Plebeyo - Felipe Pinglo; Cholo Soy - Luis Abanto Morales; Soy Provinciano - Chacalón y Sufre, Peruano, Sufre – Tongo.

[6] De acuerdo a Niklas Luhmann (2006): “Los sistemas autopoiéticos son aquellos que por sí mismos producen no sólo sus estructuras, sino también los elementos de los que están constituidos” (P.44).

[7] Cuestionamos la percepción estática de Jean Baudrillard (2009:146) en La sociedad de consumo cuando se refiere al Art Pop, al señalar que el arte popular no logra producir nada ya que el significado es absorbido por el significante. Sostenemos por el contrario, de acuerdo a la experiencia observada, que la música popular fomenta la producción de diversos significados con respecto al consumo del reguetón, por ejemplo. Este género musical con alto contenido erótico, puede ser recibido de formas distintas por la Comunidad, es decir: puede ser (re)creado de forma lúdica hasta violenta dentro del universo simbólico del individuo. Su función, al margen de las prerrogativas educativas y morales, que recaen antes en las políticas educativas vigentes en el país, se circunscribe a la posibilidad de facilitar la comunicación en la Comunidad a menos que, sostengamos que la política debiera tutelar la industria musical (popular) (¿?). En todo caso, nuestra lectura sobre la producción de significados dista mucho de toda condición estable –estática– que exija un “eterno” impacto unidireccional del significante sobre el significado.

[8] Entiéndase dentro de establecimientos de diversión nocturna dirigidos a la Comunidad, sin restricciones de acceso al público en general.  Entre ellas: Downtown y Legendaris.

[9] Hace siete años durante una conversación con un compañero de trabajo –que a la sazón se trataba de mi entonces jefe–, salió a flote la noción de «memoria musical». Al compartir conmigo pasajes de su historia personal, me permitió tener una aproximación a la definición de esta noción como la capacidad que poseen los individuos de organizar sus experiencias personales (recuerdos, hasta olvidos) en función de determinadas canciones. Admito que antes no me había detenido en pensar en el impacto que podría generar la música en las actitudes y decisiones de los individuos en ese sentido, tal vez porque sólo lo viví pero, no hube tomado el  tiempo necesario para pensarlo con más detenimiento. Hasta que hace algunos años menos tuve la oportunidad de conocer a dos personas que tenían la habilidad de gestionar sus emociones de forma eficiente a través del uso de canciones populares. No caló las diferentes circunstancias de sus biografías personales (país, edad, costumbres, credos, afición deportiva, gustos gastronómicos, etc.) para poner en practica la misma habilidad de administrar sus emociones de forma musical. Sin embargo, me temo que hoy puedo observar con mayor claridad la importancia que guardaba esta experiencia, la misma que trato de comprender en este ensayo.

[10] “… lo diferente se vuelve muy pertinente si no cometemos el error de considerar el problema de la diferencia como algo que surge entre una identidad y otra sino, más bien, como parte de la condición final de toda identidad”, V. VICH (2001) ob. cit. P.33.

[11] Para una de las plataformas musicales más populares, las canciones con mayor demanda durante el último 2018 en el país son: Amantes – Greeicy, Mike Bahía; Dura – Daddy Yankee; Criminal – Natti Natasha, Ozuna; Échame La Culpa – Luis Fonsi, Demi Lovato; Sensualidad – Bad Bunny, Prince Royce, J Balvin; Bella – Wolfine; Downtown – Anitta, J Balvin; Amorfoda – Bad Bunny; Duro y Suave – Leslie Grace, Noriel; Robarte un Beso – Carlos Vives, Sebastian Yatra; El Préstamo – Maluma; Me Rehúso – Danny Ocean; I Like It – Cardi B, Bad Bunny, J Balvin; Se Preparó – Ozuna; Taki Taki – DJ Snake, Selena Gomez, Ozuna & Cardi B; Clandestino – Shakira, Maluma; Mala Mía – Maluma; Amigos Con Derechos – Reik, Maluma; SUTRA – Sebastian Yatra, Dálmata; BEBE – 6ix9ine, Anuel Aa; Déjala que vuelva (feat. Manuel Turizo) – Piso 21, Manuel Turizo; Por Perro – Sebastian Yatra, Luis Figueroa, Lary Over; Sin Pijama – Becky G, Natti Natasha; X – Nicky Jam, J Balvin; Corazón (feat. Nego do Borel) – Maluma, Nego do Borel; La Player (Bandolera) – Zion & Lennox; Vaina Loca – Ozuna, Manuel Turizo; No Es Justo, J Balvin, Zion & Lennox; 1, 2, 3 (feat. Jason Derulo, & De La  Ghetto) – Sofía Reyes, Jason Derulo, De La Ghetto; Esperándote – Manuel Turizo. Fuente: Spotify, Top Canciones Perú 2018. Mención especial merece el sencillo que alcanzó un nivel de popularidad importante a nivel global, de acuerdo a la plataforma musical ya revisada así como otras tan populares como You Tube. Mi Gente, de J Balvin y Willy William, fue publicado en junio del 2017, fecha desde el cual pensamos en la elaboración del presente proyecto, el mismo que decidimos recordar al principio del título.

[12] En palabras de Judith Butler (1990): “El cuerpo es dramático, en tanto continua e incesante materialización de posibilidades”(P.299).

[13] Según Roger Chartier (1985): “…las obras de escapan y toman densidad peregrinando, a veces en periodos de larga duración a través del mundo social” (P.XI). Es el caso de las canciones emblemáticas para la Comunidad que adquieren un significado importante por su alto contenido reivindicativo de tipo socio-político.

[14] A partir de Clifford Geertz, Ob. Cit. Pp. 24-25.

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