Covenant Nacional antipapista, Edimburgo (1638) |
Crisis
Afrontar una crisis sanitaria global no
puede dejarnos de la misma forma en la que nos encontró; ahora es muy difícil
que nos podamos ubicar cómodamente al otro lado de nuestro horizonte cultural
como si se tratase de una crisis regional o local, intentando imaginar como la
experiencia es vivida en otras latitudes (1). Allí, cuando generalmente, o no
sucedía nada, o todo lo que había era una obscena incomprensión. Pero, ahora, a
todos nos sucede lo mismo. Afrontamos el mismo riesgo y probablemente sintamos y
pensemos lo mismo. Tal vez el paso del virus en algún sentido está alineando
nuestras aspiraciones, expectativas e intereses
en el globo.
En ese contexto, algunos aspectos
enigmáticos de distintos géneros se develaron durante la implantación de regímenes
que restringieron determinados derechos: aquella pérdida temporal en pro y en
salvaguarda del príncipe de la modernidad, “el bienestar social”, impactó tanto
en la hondura de nuestras primigenias sensaciones, las que nos constituyen tempranamente
como seres humanos, cuando nos vimos interpelados a confrontar nuestro yo en nuestras
más íntimas emociones. Esto se evidenció, por ejemplo, en el surgimiento de una
intestina sensación de vulnerabilidad que “extrañamente” se intentó compensar
apelando a la capacidad de consumo, que
en algunos casos se tradujo en el acaparamiento de productos de higiene
personal.
De otro lado, en la escala más cotidiana
que estructura nuestro universo social, las relaciones sociales, la ausencia de
contacto (sobre todo de tacto) irritó nuestros límites: confirmamos que nuestra
tan celebrada individualidad no nos basta, que en realidad somos/estamos de
forma constante en relación de… y, en última instancia, esto nos equilibra (2).
En consecuencia, la actual incursión de las industrias digitales entre las
personas, empresas y gobierno le deben mucho al virus por haber impulsado y
ampliado el uso de las redes sociales y plataformas virtuales para suplir lo
que este microorganismo aparentemente nos robó durante meses: el contacto, la
presencia, las relaciones sociales, la “proteína” que en definitiva estructura
lo que somos capaces de observar, lo que somos capaces de crear, de producir y
a su vez, la condición de posibilidad de nuestra autopoiesis. Si a esto le
añadimos los inusuales accesorios que acompañan a nuestra nueva apariencia, nos
percataremos tal vez de la cercanía –y hasta cierto punto la invasión– de
indumentarias propias de realidades cada vez más artificiales, que de alguna u
otra forma repliega a los cuerpos al hábito de estar en contacto con objetos
más que con humanos, ya no como opción sino como prioridad, o llámese,
necesidad. La era digital se ha inaugurado (3).
Desarrollo
Así mismo, el sentido de comunidad
pertinente en tanto colaboración más que competencia, adquirió un cariz moral
con especial poder correctivo para revisar sino los fundamentos (4), el
funcionamiento de las instituciones que –desde nuestra particular realidad latinoamericana–
se tornaron débiles en la protección de la vida humana (5). Y es que descansábamos
“apacibles” sobre los pastos verdes ($) de nuestro crecimiento económico hasta
que el paso del virus nos supo enrostrar las desigualdades sobre las cuales
orbitaba nuestras geografías y sobre todo, lo inmensamente frágiles que somos a
causa de esta última más que aquélla.
Al respecto, en el Informe sobre
Desarrollo Humano 2019, el PNUD ya proponía adoptar políticas con un enfoque más
amplio y sistemático que vayan más allá
de los ingresos, más allá de los promedios y más allá del presente,
cuestionando el concepto de desarrollo sobre el cual descansa la gestión
gubernamental en occidente, demostrado en su infinita confianza sobre el
número, en la producción económica, en las cifras del PBI, y en el reducido
espacio para las nuevas necesidades de desarrollo perfiladas por demandas de
inclusión y equidad social requeridas por niños, mujeres y hombres alrededor
del globo (6); que no logran acceder a
servicios de salud y educación de calidad en principio, tanto como a políticas
laborales y de mercado que garanticen una pretendida competencia justa y, que posteriormente,
evite la restricción del poder adquisitivo al consumo de productos y servicios
con precios concertados dentro del denominado “libre mercado”. En ese sentido,
la propuesta de desarrollo planteada en este informe recomienda asumir como
criterio de medida, facilitar el libre ejercicio de las capacidades (7) humanas
en su aspecto creativo (8) y ya no solo en términos porcentuales de producción
de una fuerza laboral gris, menoscabada y posicionada entre niveles obscenos de
desigualdad y desequilibrios de poder, por lo que: “Un enfoque de la
desigualdad basado en el desarrollo humano adopta una visión centrada en las
personas: [porque] lo importante son las capacidades de estas para ejercer su
libertad para ser y hacer aquello a lo que aspiran en la vida” (P.6),
recomendando políticas de desarrollo que frenan y revierten la desigualdad de
género por ejemplo, en la creación de liderazgo político femenino como ejercicio
de capacidad política en la asunción de cargos públicos, superando con ello el reconocimiento
del derecho al voto electoral. Occidente no pude dejar de enorgullecerse por
legar al mundo el haber reconocido el derecho al voto a la mujer pero, ahora,
ya no es suficiente contar con las mujeres como electoras, ahora, es necesario
contar con ellas como líderes en política.
Democracia
Finalmente, en este escenario signado por
la pandemia del COVID 19, la crisis ofrece una oportunidad singular para el
planeta de superar las debilidades que, hoy son más que evidentes ante la
necesidad de asegurar nuestra existencia; las mismas que no se agotan en las
medidas que apuntan a reactivar economías en términos de desarrollo de
ecologías digitales o de formación de alianzas regionales y/o globales (9). En
este proceso, se revela pertinente formatear la lectura de la ciudadanía (10) y
su participación en la transformación del estado de cosas desde la perspectiva
del sentido y propósito de las personas en su acepción moral, al concebir a los
seres humanos radicalmente iguales entre sí. Al respecto, a decir de Hugo
Grocio según Martha Nussbaum(2006)”…el punto de
partida para pensar los principios fundamentales es concebir al ser humano como
una criatura caracterizada a la vez por la dignidad o el valor moral y por la
sociabilidad: por «un deseo imperioso de compañerismo, es decir, de vida en
común, y no cualquier tipo de vida, sino una vida pacífica y organizada a la
medida de su inteligencia, junto a aquellos que son sus semejantes»”(p.54). En
este sentido, en la sola existencia del ser humano como tal, cual criatura
digna, le asiste capacidades y derechos naturales que dan origen al nacimiento
de la comunidad política, para cuidar de su justa y equitativa protección (11).
Cuestionando enfáticamente la práctica política en razón a lógicas liberales de
costo-beneficio que, durante el actual escenario crítico a causa del COVID 19,
se han mostrado colosalmente disfuncionales sino, letales para el ser humano. Y
es que en ocasiones, sino es que siempre, no se puede distinguir el claro de luz
sin percibir el halo oscuro que subyace de contiguo.
Por lo que, la respuesta más idónea que
pueda cosechar el paso del virus en su incursión global, no puede ser otra que encontrar
una posición colectiva por parte de todos los afectados, nosotros, vía nuestro mejor método para concertar voluntades
y acciones –con todos los activos y pasivos que implica– la política, en la que
puede ser el ensayo más perfecto para el régimen democrático toda vez que, como
nunca antes, la exposición al riesgo que impone el SARS-Cov-2, se cierne sobre
todos y en todo el planeta. En ese sentido, se torna valioso afinar medidas
correctivas a nivel de gestión pública para recoger de forma fidedigna las
viejas y nuevas necesidades de cada ciudadano, para no solo superar los efectos
inmediatos de una crisis múltiple como la de hoy porque: “Luego se trata de
argumentar que esta vida plenamente humana requiere muchas cosas del mundo, en
las diversas áreas de la vida humana donde la planificación política tiene una influencia
básica sobre la vida de las personas: la nutrición, la educación de las
facultades, la protección de la integridad corporal, la libertad de expresión y
de práctica religiosa, etc. En cada uno de estos cosas, debe proponerse el
argumento intuitivo de que una vida que no contenga estos derechos en una
medida suficiente es una vida tan degradada que no es compatible con la
dignidad humana” Nussbaum (2007, p.278). Visto así, la aspiración a un mundo
plenamente inclusivo es totalmente pertinente hoy, por la crisis y a pesar de, no
solo por una fundada expectativa política al respecto, sino, tal vez, como verdadero
“antirretroviral” moral que permita matar y desactivar infecciones sociales
(12) de larga data a nivel local y global, permitiéndonos saldar deudas
(libertades y justicias) negadas a grupos humanos de diversas índoles. En
cualquier futuro, cualquier otro tipo de microorganismo que pudiera atentar en
contra de nuestra salud, debe encontrar una primera barrera de protección en un
sistema social altamente especializado en la protección de la persona, no en
calidad del “número” que representa, sino en relación a su dignidad como cualidad
fundamental que le permite ser provisto de un sistema de salud y un sistema
educativo universal eficaz y gratuito y, un sistema político justo.
En relación a lo anterior, hacer política
en este contexto, en el sentido de organizar y redistribuir los recursos de forma
justa y equitativa, pasa por deponer el color de las banderas (13) y anular intereses particulares para
priorizar la atención oportuna y eficaz de todos sin excepción alguna y sin
ningún tipo de remilgos ni amagos que corra en desmedro de la conservación de la
vida y del respeto mutuo, como he pretendido reflexionar en las presentes
líneas.
D.B.H.
Lima, primavera del 2020
Notas
1.
Algo distinto existe entre hacer contacto (vía la red) y comunicarnos. Tal
analogía es comparable a lo sucedido durante el siglo XVI, en donde el uso del
mar como medio de contacto, no supuso precisamente que el encuentro entre
mundos geográficamente distantes y universos culturales singulares, pudieran
comunicarse, en el sentido primigenio de comprenderse mutuamente, por citarlo
como ejemplo.
2.
Probablemente es necesario replicar y radicalizar este mecanismo de equilibrio
entre el ser humano y el planeta, es decir, pensar un tipo de equilibrio a
escala global entre ambas entidades.
3.
En nuestra penúltima experiencia con la biotecnología, luego del holocausto
nazi, es decir luego que la vida humana estuviera expuesta al exterminio, los
cambios acelerados en términos tecnológicos no cesaron.
4.
Me pregunto si el impacto del virus sobre el sistema educativo peruano ya está
rindiendo frutos sobre la currícula nacional, en el sentido de formar a una
nueva ciudadanía con capacidad de conciliar el espíritu emprendedor tan en boga
con el más resuelto sentido de respeto y protección del medio ambiente y
sobre todo, en torno a un eje que conciba a los seres humanos bajo un radical
concepto de igualdad.
5.
En mi experiencia personal durante el curso de la pandemia, asumí que la
protección de mi salud quedó sencillamente en mis manos, procurándome sendas
medicinas poco o nada convencionales para protegerme.
6.
Con la salvedad de las sociedades nórdicas.
7.
Nussbaum, Martha (2007): “Antes de que surgiera el enfoque de las capacidades,
el método dominante para evaluar el bienestar o la calidad de vida en un país
(una cuestión relevante para la justicia, aunque no siempre explícitamente
conectada con ella) consistía en preguntar simplemente por el PIB per cápita.
Este criterio tan básico, por supuesto, no tenía en cuenta la distribución y
premiaba, por lo tanto, a los países por su crecimiento, aunque contuvieran
grandes bolsas de pobreza y elevadas tasas de desigualdad” (281).
8.
Al respecto Hannah Arent (2009) señala: “La tarea y potencial tarea de los
mortales radica en su habilidad de producir cosas –trabajo, actos y palabras–
que merezcan ser y al menos en cierto grado lo sean, imperecederas con el fin
de que, a través de dichas cosas, los mortales encuentren su lugar en un cosmos
donde todo es inmortal a excepción de
ellos” (p. 31).
9.
OCDE, Naciones Unidas, CAF, Unión Europea (2020), Perspectivas económicas de
América Latina 2020. Transformación digital para una mejor reconstrucción,
p.15.
10.
Este 24 de octubre último, la ciudadanía chilena obtiene un logro significativo
vía referéndum, con el que se avala por mayoría, la exigencia de escribir una
nueva constitución.
11.
Es a partir de este punto que opiné en otro lugar que, en cuanto se produzca la
vacuna, esta debe ser distribuida de forma global y gratuita a todos.
12.
Llámese corrupción, violencia y discriminación.
13. A decir de Mires (2013) sobre otros tipos de riesgos: “En cierto modo las ideologías son sistemas de ideas petrificadas con una muy débil comunicación con la realidad externa. De los ideólogos, los más peligrosos para la vida académica son, sin duda, aquellos que se encuentran poseídos por sistemas ideológicos “políticos”. En general, todos los conocemos: se trata de personas repetitivas, monótonas e incluso aburridas. Sin embargo, tienen una ventaja sobre quienes no son ideólogos. Están cien por ciento seguros de lo que dicen, y en cierta medida, no conocen la duda. Esa seguridad que les da la ideología ejerce un gran atractivo sobre estudiantes inexpertos que buscan antes que nada cierta estabilidad emocional, la que obviamente nunca podrán encontrar ni en las filosofías ni en las ciencias” (p.20).
Bibliografía
Arent, Hannah (2009), La condición humana. 1ra
ed. 5ta reimp. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
OCDE, Naciones Unidas, CAF, Unión Europea (2020), Perspectivas económicas de América Latina 2020. Transformación digital para una mejor reconstrucción. Recuperado de https://www.cepal.org/es/publicaciones/46029-perspectivas-economicas-america-latina-2020-transformacion-digital-mejor
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo - PNUD (2019), Informe sobre desarrollo humano 2019. Más allá del ingreso, más allá de los promedios, más allá del presente. Nueva York, EE.UU: AGS.
Mires, Fernando (2013), La pasión
política. Recuperado de http://www.polisfmires.blogspot.com
Nussbaum, Martha (2007), Las fronteras
de la justicia. Consideraciones sobre la exclusión. Barcelona, España:
Paidós Ibérica, S.A.
Me encantó :)
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