Si
Chávez o Capriles aluden a Dios, ya sea el uno, para agradecer su victoria y,
el otro, para aceptar su derrota no quiere decir necesariamente que ambos
expresen hacia (y con) las multitudes, no tanto las raíces religiosas de su
actividad política como la franca instrumentalización de ésta –en términos de comunicación–
sobre la vigente práctica política cuasi-mística de los latinoamericanos.(1)
En él subyace, la placentera relación de subordinación hacia determinada
versión de totalidad.
1. Probablemente, ahora, Nicaragua sea el ejemplo más apropiado.
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