Colombia, la lectura de un fallo


Durante las últimas cinco décadas, la institucionalidad política de Colombia a sido socavada por el conflicto interno con las FARC. La misma que, a merced de plomo, ha cercenado lo que hoy a través del desacato del fallo de la CIJ defiende: la soberanía nacional. Sin embargo, es probable que la controversia jurídica con Nicaragua no haya incidido directamente sobre este último movimiento colombiano tanto como la impronta del conflicto armado sobre determinado sentido de representación política. En donde cabe más la imperante desconfianza respecto a la impericia de entidades jurídicas, impartiendo justicia.

De ese modo, se puede entender no solo la inconformidad, sino la carga emotiva nacionalista de la protesta colombiana, pese a algunas posiciones moderadas que, invocan la negociación luego de emitirse un fallo, una decisión. Por lo que, desconocer la jurisdicción de determinado tribunal internacional de justicia, no cuestiona tanto el fuero de La Haya pese a la adherencia previa con el Pacto de Bogotá sino que, refuta la pertinencia de un sentido de justicia (moderno) en donde la "equidad" cobra sentido entre partes litigantes que se saben en medio de una controversia en la que no caben las susceptibilidades beligerantes tanto como la disposición a reformular por medio del diálogo (jurídico) aquello que la geología de la historia -el tiempo- "en derecho", no ha incidido positivamente en determinadas relaciones bilaterales.

Es válido formar parte de un artefacto jurídico para resguardar los intereses nacionales frente al exterior y, también es legítimo abandonarlo aunque esto no sintonice precisamente con las demandas de paz del pueblo colombiano en razón al conflicto interno que la aqueja. Precisamente, en esta coyuntura colombiana de puestas en diálogo con las FARC, era importante delinear una cultura política de respeto a la institucionalidad sin embargo, ha ganado la presión popular con sus demandas de justicia y ajusticiamiento que, en este caso reposa sobre Nicaragua, y esta última, más que adversario, ha resultado ese tercero excluido que descubre las inconsistencias en términos de gestión de aquellos que portan el poder pero que localmente de pronto, tampoco han logrado administrar con equidad.


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